martes, 25 de mayo de 2010

capitulos 13 14 y 15

13. Sombra de duda

Charlotte, Scarlet y Maddy llegaron al perímetro vallado del campus cuando el alba luchaba por abrirse un hueco en el cielo encapotado. Contemplada de cerca, la barrera parecía algo más alta de lo que esperaban, si bien no particularmente formidable. No había guardias que evitar ni pasos que franquear; tan sólo una solitaria videocámara idéntica a las de la oficina.
Charlotte gesticuló como si trepase, y Scarlet y Maddy comprendieron al instante.
Escalar, e incluso saltar por encima, era la parte más sencilla, pensó Charlotte. Lo del otro lado ya era otra cosa. Resultaba imposible ver mucho más allá de la valla, incluso desde su apartamento. Además, ninguna de ellas había llegado por esta vía, de modo que lo que había al otro lado era, poniéndose en lo mejor, desconocido. Poniéndose en lo peor, bueno, ninguna quería especular.
-Vamos a ver a Petula…- cantó Charlotte con evidente nerviosismo.
-Espero que no cuentes con que haya un maldito camino de baldosas amarillas que nos lleve hasta allí- dijo Maddy con inquietud.
Charlotte se volvió hacia ellas, se llevó un huesudo dedo a los labios encomiándolas con este gesto universal a que “cerraran el pico”, y empezó a trepar silenciosamente. Scarlet y Maddy la siguieron. El descenso por el otro lado era mucho más largo que el ascenso, y más pronto que tarde, el húmedo y frío entorno del campus dio paso al mucho más húmedo y frío y lóbrego bosque en pendiente que descendía a sus pies. No encontraron ningún camino que se abriera paso entre la niebla y la maleza chorreante, pero había calvas de hierba y luz suficientes para que las chicas pudieran avanzar.
-No parece que nadie haya pasado por aquí…- comentó Charlotte, e hizo una pausa para pensar en la palabra que mejor describiría aquel camino indefinido-. Últimamente.
-Te quedas corta-añadió Maddy con sarcasmo, escudriñando el bosque poco transitado que extendía delante de ellas.
Scarlet llevaba la delantera, pisoteando la húmeda alfombra de hojas y barro. Para
Charlotte era vigorizante, y hasta emocionante, estar allí afuera con sus amigas. Se le
ocurrió que tal vez fuera así como se sentiría uno cuando se marchaba a la universidad o empezaba una vida propiamente dicha, repleta de expectativas y esperanza. Al principio, las chicas compartieron la misma sensación de emoción, Maddy incluida, mientras avanzaban por el bosque, abriendo un camino directamente a través de lo desconocido, las tres juntas sin nadie por allí que les dijera qué hacer o cómo hacerlo. Era como escabullirse en plena noche cuando tus padres ya se habían acostado y tener un mundo entero- y la noche entera- a tus pies, listos para ser explotados. Scarlet avanzaba con esfuerzo, pensando en lo mucho que se habrían divertido Petula y ella de niñas jugando al escondite en aquel lugar. Pensándolo bien, tal vez fuese justo eso lo que estaban haciendo ahora. Pero ahora había mucho más en juego, y la enormidad de lo que trataban de hacer empezó a calar también en ella. Marcharon con cautela por la espesura, de la que brotaban zarzas como barrillos en una cara de piel grasa. Los diminutos pinchazos de sus piernas y brazos empezaban a resultar molestos, y cada vez se hacía más difícil ver. No podían saber a ciencia cierta si estaban perdidas o no.
-Esto es una mierda- se quejó Maddy a Charlotte lo suficientemente algo para que Scarlett la oyese.
-Tal vez deberíamos dar la vuelta.
-Yo no- replicó Scarlet, desechando la duda que empezaba también a taladrarle el cerebro-. Vete tú si quieres.
-No sabemos adónde vamos- protestó Maddy-, ni si podremos volver.
-Mira, yo ya tengo suficiente con mis propios problemas- Scarlett hizo una mueca de
impaciencia y le recordó a Maddy cuál era su misión y el hecho de que no entrase en sus planes regresar-. Además, te invitaste tú solita.
-He venido para ayudaros, pero si no queréis que os acompañe…
-Basta- dijo Charlotte, cortando el rifirrafe por lo sano-. No nos peleemos.
Si Charlotte había decidido erigirse en tendedora de puentes por Scarlet, pero en su
cabeza albergaba ideas cada vez más encontradas en lo referente a aquella expedición, un conflicto que se agravaba con cada paso que daba. Algo tenía aquel inhóspito lugar que parecía drenar su entusiasmo y agriarle el ánimo.
No se debía solamente a lo penoso del camino y sus exigencias físicas. Notaba cómo también iba debilitándose más y más psíquicamente, cómo su confianza empezaba a encogerse como un jersey barato en una secadora. Por decaída que hubiese estado últimamente, esta aventurilla no hacía más que demostrar que las cosas siempre podían ir a peor. Había echado de menos a Scarlet y sentido nostalgia por los buenos tiempos cuando era la fantasma residente de Hawthorne High, pero tal vez fuera la idea de Scarlet, de su amistad y no tanto la persona en sí, lo que más había estado echando de menos. Quizá había idealizado su relación hasta el punto de que ésta ya no tenía ningún parecido con la realidad.
Era mucho lo que Maddy y ella arriesgaban por ayudarla, y no parecía que Scarlet lo apreciara en su justa medida. Es más, apenas había echado la vista hacia atrás para
comprobar si estaban bien. Los reencuentros de los demás becarios tampoco tenían ni por asomo este lado negativo. Tal vez Charlotte se había visto absorbido de nuevo por todo referente a Damen y Petula y había tomado la decisión equivocada. Maddy se acercó por detrás y apoyó su mano suavemente en el hombro de Charlotte, como si le hubiese leído el pensamiento.
También Scarlet se sentí desfallecer, tanto psíquica como físicamente, conforme su
avance se hacía más y más lento. Era evidente que a sus compañeras les pasaba otro
tanto, y casi podía oír culpándola del trance para sus adentros a cada laboriosa zancada. Desde que dejaron atrás el campus, el bosque se había ido tornando cada vez más espeso, todo lo contrario de su piel, la cual parecía volverse más fina con cada paso que daban. Y no era porque ninguna de ellas fuera particularmente sensible, se debía más bien a que tenían los nervios a flor de piel, de un modo insoportable, expuestos a la intemperie por el roce con el agresivo paisaje y entre ellas. Es más, las chicas apenas habían mediado palabra desde la estresante agarrada de antes, y Scarlet empezaba a sentirse como el alma discordante en aquel trío espectral.
No hacía faltar ser un lumbreras para darse cuenta de que a ella no le gustaba Maddy y viceversa, pensó Scarlet, y que la situación claramente incomodaba a Charlotte. En su defensa, razonó, podía alegar que no era Maddy la que cayese mal, sino que el mero hecho de estar con ellas le resultaba una intrusión.
Tal vez fuera ésta la última oportunidad que se le presentaría para estar con Charlotte, y no quería compartir el momento con una desconocida agresiva. Desde su punto de vista, Maddy había intervenido en sus conversaciones más íntimas y prorrumpido clandestinamente en su amistad. Scarlet no podía sino preguntarse cómo era posible que Charlotte le permitiese hacerlo después de todo lo que habían pasado juntas. Las cosas estaban adquiriendo un matiz de lo más sombrío, entre las viajeras, y el follaje, y sus terminaciones nerviosas cuando Scarlet divisó un claro. Unos pasos más y emergieron de la espesura, justo en la bifurcación de dos caminos claramente marcados, uno cubierto de maleza y poco transitado, y el otro desbrozado y pisoteado.
-Henos aquí- observó Scarlett con sorna-, en la proverbial bifurcación del camino-
anduvo hasta la desviación y cerró los ojos, tratando desesperadamente de canalizar su intuición. Estaba esperando a que ésta se revelase en cualquier momento, pero se le ocurrió que debía de estar tomándose un café, porque lo único que sintió fue una parálisis total.
-No tengo ni idea- admitió Scarlet, en una insólita muestra de inseguridad-. La decisión es vuestra.
-Hay que ir a la izquierda- soltó Maddy alegremente, señalando la dirección que debían tomar.
-Estoy de acuerdo- dijo Charlotte igual de decidida. Lo cierto es que no tenía ni idea y se limitó a mostrar lo que fuese que le restaba de fe en su propio juicio para apoyar la elección de Maddy.
-¿Cómo lo sabes?- le preguntó Scarlet, poniendo en duda tanto la sugerencia de Maddy como el juicio de Charlotte.
Esta clase de confrontación era un territorio inexplorado para ambas. La confianza siempre había sido el lazo más fuerte entre las dos.
-Lo sé y punto- presumió Charlotte un tanto sospechosamente-. Lo intuyo.
Scarlet trató de guardar la clama, pero con la vida de Petula y la suya en juego,
empezaba a costarle horrores. La duda inundaba su mente como el agua en un barco zozobrado. No tenía nada en lo que basar una decisión salvo su fe en Charlotte, y ésta estaba siendo duramente puesta a prueba. Se acercó a Charlotte y le dio otra vuelta de tuerca.
-¿Cuándo fue la última vez que acertaste con tu instinto?- preguntó Scarlet.
-Acerté contigo- dijo Charlotte con calma-. Supe que eras especial, y supe que estabas hecha para Damen- aún le dolía un poco pronunciar esas palabras. Pero lo que Scarlet escuchó en su cabeza sonó completamente distinto. Scarlet escuchó: “Estás en deuda conmigo”
-Sí, bueno, pues todo apunta a que probablemente te equivocaste en amabas cosas- dijo Scarlet.
Charlotte acusó el golpe pero hizo lo imposible por dejarlo pasar. Aquella pelea entre las dos antinatural, algo así como un cómico se abucheara a sí mismo. Comprendía que Scarlet necesitaba, y se merecía, una opinión más tajante de su parte, pero en ese momento se sentía incapaz de ofrecérsela. Maddy parecía mucho más segura que ella, pensó Charlotte, y el camino de la izquierda tenía todo el aspecto de ser el más fácil de transitar de los dos, además del más popular.
-Supongo que no hay forma de saberlo hasta después de hacer la elección- dijo Charlotte claudicando-. Pienso que deberíamos ir a la izquierda.
-¿Tú piensas?- dijo Scarlet secamente.
Scarlet observó la mueca de dolor en el rostro de Charlotte y se preguntó si acaso estaba siendo poco razonable. Ninguna sabía qué camino tomar. ¿Cómo iban a saberlo? ¿Acaso no se debía su resistencia al mero hecho de que fuera Maddy quien lo había sugerido? Comoquiera que fuese, pensó, la incertidumbre de Charlotte no es que la ayudara precisamente en un momento tan crítico, y estaba más que un poco decepcionada porque su amiga fuera en apariencia tan vulnerable a sus críticas y tan influenciable por Maddy.
-¿A qué esperamos?- preguntó Maddy retando a Scarlet a que tomara una decisión-.
Sígueme- ordenó agarrando a Charlotte del brazo y tomando el camino de la izquierda. Scarlet se fue a la derecha. Sola.


14. Pensamiento mágico

Los teléfonos sonaban sin parar en el call center y todos andaban bastantes inquietos desde que supieron que Charlotte no se había presentado. Trataron de disimularlo para que el señor Markov no se enterara.
-¿De verdad ha llamado para decir que estaba enferma? -preguntó Pam sin dar crédito.
-Sí -señaló Prue, tapando el auricular en interrumpiendo brevemente la conversación.
-¿Está Maddy con ella? -se dirigió Suzy Scratcher a Kim articulando las palabras sin emitir un solo sonido.
-Aquí no está, desde luego -dijo Kim apresuradamente atendiendo dos líneas telefónicas al mismo tiempo.
Conforme la expresión del rostro de Prue dejó de reflejar incredulidad y se cargó de preocupación, el cotorreo de la sala se fue apagando. Colgó el auricular y dirigió la mirada hacia Pam.
-Tenemos que irnos.

****

Charlotte observó impotente cómo la agitada melena negra de Scarlet descendía el camino de la derecha y desaparecía, adentrándose en el bosque de nuevo.
-¡Scarlet! -la llamó varias veces sin obtener respuesta.
Maddy la aferró fuertemente del brazo, para evitar que saliera corriendo detrás de ella.
-Yo quería ir a la derecha -murmuró Charlotte apesadumbrada-. Pero vacilé. Es que no estaba segura.
-No te angusties. No va ha pasarle nada.
-No lo sabes -se lamentó Charlotte-. Está sola ahí fuera. Probablemente muriéndose de miedo.
-Total, ya está medio muerta.
-No tiene gracia -dijo Charlotte-. Creo que deberíamos darle alcance antes de que la cosa se ponga fea.
-Si de verdad queremos ayudar a Scarlet, deberíamos ir a ese hospital.
Charlotte sabia que dejar a Scarlet sola no era propio de quien se tenía por su mejor
amiga, pero retrasar la marcha podía acarrear consecuencias mucho peores para Petulia. Scarlet era fuerte, pensó Charlotte, y sabía moverse. Si había alguien capaz de encontrar el camino de regreso a casa, ésa era ella.
Le hizo un ademán a Maddy, contempló el lado derecho del camino, formuló un deseo para que Scarlet tuviera un buen viaje y reanudó la marcha por el lado izquierdo para buscar a Petula.
-¡Viene alguien! -chilló Virginia como si fueran la pareja eliminada de un concurso y estuvieran esperando a que las sacaran a toda prisa de la isla para llevárselas a un hotel de cinco estrellas donde poder bañarse y comer hasta decir basta.
-Pues no -dijo Petula asomándose a las ventanas de cristal de la oficina y escudriñando el pasillo.
Allí no había ni un alma. Ni enfermeras ni médicos ni celadores. Nadie. Pero como no tenía razón alguna para dudar de Virginia, pegó la oreja al suelo y también ella pudo escuchar un débil resonar de pasos.
-No he dicho que haya oído un búfalo.
-Shhh… -dijo Petula, haciendo enmudecer a Virginia y arrastrándola hasta el interior de un pequeño almacén-. Tengo una sensación rara.

****

Mientras avanzaba por un sendero asilvestrado que discurría entre los árboles y
arbustos, Scarlet pensó que era como estar en un museo de arte rodeada de cuadros
impresionistas. Entendía la composición desde la distancia, pero de cerca se le antojaba poco más que un montón de pintura derramada y salpicada al azar. No estaba del toda segura de si su mente atemorizada la traicionaba o si por el contrario eran sus ojos los que la engañaban, pero tampoco le importaba demasiado. Además de estar sola, no sabía nada con certeza: ni donde estaba, ni adónde iba, ni cómo iba a llegar allí.
No era la Scarlet de siempre y lo sabía. Había dejado de serlo cuando brotaron todas aquellas inseguridades con respecto a Damen, y esas dudas habían infectado sus pensamientos, sus decisiones y al resto de sus relaciones.
«Toma las decisiones por ti misma, no por un chico», le había avertido su madre una y otra vez.
Petula nunca la escuchaba, pero qué importaba. Al fin y al cabo, cuando miraba a los ojos de un chico, sólo buscaba verse reflejada en ellos. Pero Scarlet sí que la había escuchado. Al menos hasta hacía muy poco. De nada valía seguir engañándose, no obstante. Salvar a Petula era importante, pero para eso ya estaba el medico. Lo que perseguía era salvar su relación, y esta revelación la avergonzó. ¿Es que todo este drama no había sido, después de todo, más que un intento por su parte de captar su atención o… de conservarla?
Recapacitó sobre la forma en que se había alejado de su única amiga de verdad, y sobre cómo no sólo estaba perdida ahora sino que llevaba perdida bastante tiempo. Estaba alejando a las personas que amaba, consumida por las inseguridades que le servía a la carta su relación con Damen.
No podía hacer otra cosa que confiar en su palabra y creerle cuando le decía que
deseaba estar con una única persona: ella. Nunca le había dado razones para pensar que no fuera así, aunque, como había dejado a Petula por ella, Scarlet no podía estar segura del todo. Él argumentaba que jamás había amado a Petula, pero para Scarlet eso podría ser aún peor.

•••••

Qué tal están, doctora? -preguntó Damen esperanzado.
-Sin cambios -respondió la doctora Patrick.
La cosa empezaba a resultar un tanto cansina, pero Damen interpretó esta vaga
evaluación como una confirmación de que las dos seguían estables. Radiografías de cráneo, tomografías y resonancias de metro, todas negativas, eso le habían dicho. Ese día no se había producido ninguna crisis. No había hacho falta entubar, inyectar p reanimar a ninguna de las dos.
Se las veía tranquilas. Como si descansaran cómodamente, con la salvedad del tubo de drenaje inserto en el dedo infectado de Petula y los manguitos que lucían ambas en los tobillos para prevenir la formación de coágulos, que no es que hiciera mucha gracia. El inflado y desinflado intermitente de los manguitos se había convertido en un fuente de consuelo para Damen, que se entretenía jugando a sincronizar su respiración, marcando el paso al ritmo de la salida y entrada de aire.
Damen se aproximó a un lado de la cama de Scarlet y golpeo accidentalmente la mesa abatible sobre la que reposaba un ramito de flores, que él mismo había comprado en la tienda de regalos del hospital, y una jarra de agua. Reparó en que le agua derramada estaba formando un charco que amenazaba con alcanzar la linternita que la doctora Patrick se debía de haber dejado allí olvidada durante la exploración. Damen rescató el artilugio, se sentó al lado de Scarlet y empezó a juguetear con la luz, encendiéndola y apagándola, tratando desesperadamente de dar con la forma de traerla de vuelta. La situación empezaba a desbordarse incluso a él. Todo aquel especular, observar, preocuparse y esperar. Era demasiado pasivo. Se sentía abotargado y necesitaba despejarse la cabeza. Se fue hasta el control de enfermeras de la planta y preguntó por la niña que había visto antes.
-¿Qué le ha pasado? -preguntó en voz baja, para no molestar a la familia.
-Un accidente de coche -dijo la enfermera levantando la vista de sus papeles-. Al
parecer regresaba de un concurso de belleza o algo así… la pobrecita.
Un torbellino de ideas se arremolinó en la mente de Damen. Imaginó lo feliz que debía de haber estado la niña, toda arregladita, y lo orgullosos que estarían sus padres. Y entonces en un segundo, sin previo aviso, todo les había sido arrebatado. Y al mismo tiempo no pudo evitar pensar en algo trivial. Esperaba que hubiera ganado.
-¿Cómo está? -preguntó Damen temiéndose conocer ya la respuesta.
-Ahora ya no hay nada que nosotros podamos hacer -le informó amablemente la enfermera-, salvo rezar.
Damen dejó que esas últimas palabras calasen en su interior, sobre todo en lo que atañía a su propia situación. Se detuvo junto a la puerta de la habitación de la niña, rezó en silencio una plegaria por ella y regresó a la habitación de las hermanas Kensington, decidido a abandonar su pasividad.

15. Tan bonita y tan vacía


- Tengo una pregunta… -dijo Virginia mientras observaba cómo Petula se recogía el largo pelo rubio teñido en un perfecto nudo desmañado.

- Yo más.
- ¿Por qué llevamos camisones de hospital? -preguntó Virginia, ignorando por completo la arrogancia de Petula.

- Pues la verdad es que no lo sé. Pero es evidente de que menos es más, ¿a que sí?
- Hablo en serio.

- Está bien, en serio -dijo Petula sarcásticamente-. ¡Llevamos camisones de hospital porque estamos en un hospital!
- ¡Mira qué lista! -se burló Virginia-. Lo que pregunto es por qué. No recuerdo que estuviera enferma.

Pensándolo bien, Petula tampoco recordaba nada parecido. Es más, de lo único de lo que se acordaba era de haberse desmayado en el paseo de entrada, pero eso no era algo que tuviese previsto discutir con aquella chiquilla. Supuso que lo más probable era que Scarlet la hubiese arrastrado, de mala gana, hasta la cama, pero tampoco podía jurarlo, y no recordaba que la hubiesen llevado al hospital para hacerle un lavado de estómago ni nada por el estilo.

- No importa cómo llegara hasta aquí -dijo Petula, esquivando por completo la pregunta-. Tengo seguro médico.
- Pero ¿por qué estamos aquí solas?

- No estamos solas -recalcó Petula-. La enfermera vendrá a darnos el alta enseguida.

- ¿Cómo estás tan segura? Llevamos esperando un buen rato.
Las preguntas de Virginia estaban poniendo muy nerviosa a Petula. No solo porque no conocía las respuestas sino porque eran las mismas que ella se había estado haciendo desde que llegó.
- Hemos oído pasos, ¿no?

- Sí -reconoció Virginia, cuya fachada de fiereza se transformaba ahora en unos labios temblorosos-. Pero ¿y si no eran los pasos de las enfermeras?
Ella no había contemplado del todo esa posibilidad hasta ese momento, y la repentina expresión de temor que adquirió su rostro la traicionó delante de Virginia.

Petula no era excesivamente dada a las muestras de cariño ni tampoco es que se le diera muy bien el contacto visual. Se diría incluso, y de hecho a esa conclusión habían llegado algunos terapeutas, que padecía el síndrome de Asperger, una forma leve de autismo que convertía para ella cualquier tipo de interacción social en… un reto.

Pero a decir verdad las razones de su comportamiento no eran ni por asomo tan
interesantes ni trascendentes. Ello quedó probado cuando, a los cinco años, y después de haber sido erróneamente diagnosticada con trastorno de déficit de atención, se pasó tres horas en el centro comercial tratando de decidir qué zapatos serían los más apropiados, si color coral o naranja óxido, para el primer día de preescolar.

- Tú no te preocupes -tranquilizó a Virginia como sólo ella sabía hacerlo-, estaré en el Baile de Bienvenida así muera en el intento.
•••••

- Scarlet -imploró Damen, proyectando en sus ojos el estrecho rayo de luz de la linterna láser que la doctora Patrick se había dejado olvidada-. Vuelve, por favor.
Le abrió los párpados con suavidad y examinó sus pupilas con mucha atención
buscando alguna reacción. No podía dejar de pensar en lo contenta que se ponía cada vez que le veía. En cómo conseguía siempre que los ojos de ella se iluminaran con sólo pronunciar su nombre, pero ahora no era más que un par de fosos oscuros.
Frustrado, arrojó la linterna al suelo y cogió la lamparilla enganchada por una pinza a la cabecera de la cama de Scarlet. La acercó hasta su cara y enfocó con su luz los ojos de ella hasta que el interior de su nariz se iluminó con un resplandor naranja.

- Por favor, Scarlet -suplicó mientras se le quebraba la voz-. Vuelve. Vuelve a mí.

•••••

Atrapada en medio de ninguna parte, literalmente, sin un solo amigo a la vista y
sintiendo que la muerte estaba cada vez más próxima, Scarlet trataba con todas sus
ganas de canalizar su antiguo yo. No es que hubiese sido nunca particularmente alegre o animada, pero siempre se había ufanado de su determinación, su rebeldía y su vena independiente. En ese momento andaba un poco escasa de esas cualidades, y no tenía demasiadas esperanzas de poder reponer s stock antes de la liquidación final. No obstante, todavía le quedaba el orgullo suficiente para contener las lágrimas que sentía empezaban a anegarle los ojos, tratar de reagruparse y hacer lo que estuviese en su mano para encontrar el camino de regreso al hospital.

Se apartó el pelo de la cara, alzó la cabeza de la guarida entre sus brazos y, mirando a lo lejos a través de la maraña de ramas desnudas, vio una luz. No lograba adivinar qué era exactamente, pero sabía que no podía ser la luna ni tampoco una estrella rutilante: estaba demasiado estática para serlo. Fuera lo que fuese, sintió que debía caminar hacia ella, y recorridos unos cuantos metros el haz de luz se tornó en un destello cegador. Iluminó cuanto había a su alrededor, y lo que es más importante, le develó un desvío que antes había pasado por alto.
Emprendió la marcha por el nuevo camino, sintiéndose tan perdida como antes, hasta que empezó a oír un crujido de palos y ramitas al romperse.
- ¿Charlotte? -llamó con reticencia, deseando con todas sus fuerzas que su amiga hubiese acudido a rescatarla.
-¿Charlotte? -respondió una voz débilmente.

Scarlet se quedó petrificada. No era Charlotte, pero tampoco el eco. Es más, no era su voz ni mucho menos. Aquel bosque tan oscuro ya resultaba de por sí bastante siniestro, pero ahora empezaba a tomar un cariz completamente aterrador. Scarlet escuchó el estrépito de unos pasos que corrían hacia ella, y le entró el pánico. Aquella luz tan brillante debía de ser una trampa, y ella había caído en ella, como una novata.

Hizo lo imposible por no caerse, gritando con desesperación como una de esas víctimas con tacones de aguja de las películas de terror de serie B; no es que hubiese querido nunca acabar así, pero qué importaba ya. Sintió que algo la agarraba del tobillo y la derribaba al suelo como a un ternero en un rodeo. Algo en la forma en que la agarraba le resultó vagamente familiar.

- Oh, no -se quejó la voz por encima de ella-. Otra vez no -fue cuando pudo escuchar Scarlet mientras su cara se hundía en el lodo y su cuerpo era revoloteado hasta quedar boca arriba. Ella apretó los ojos, esperando el hachazo.

Scarlet estaba paralizada; sus piernas, insensibles, como si acabara de recibir la descarga de una de esas pistolas eléctricas.
-¿Prue? -dijo mirando por la rendija de sus párpados entornados.

Prue la liberó del placaje que acababa de emplear con ella, se enderezó y la miró desde arriba con incredulidad.
- ¿Pam? -preguntó Scarlet algo más esperanzada, mirando al lado de Prue.

Las dos chicas asintieron, con una expresión de incredulidad más que evidente en sus rostros.
- ¿Y tú qué haces aquí? -preguntaron Pam y Prue al unísono.

- ¿Y vosotrasqué hacéis aquí? -preguntó Scarlet al tiempo.
Se echaron a reír y se fundieron en un abrazo antes de que ninguna se molestara en contestar.

•••••

El resto de la caminata de Charlotte y Maddy fue coser y cantar, como un paseo por los mimados jardines de una cuidada finca histórica, pero Charlotte seguía inquieta.
- Maddy, ¿tú crees que estará bien?
Pues no sé qué decirte -dijo Maddy con ambivalencia-. Es una pena que hayáis tenido que pelearos después de haber pasado tanto tiempo sin veros.
- Ya. Tan largo viaje para venir a buscarme, y ahora va y la pierdo.

- De todas formas, siempre fue una chica un tanto complicada, ¿no? -preguntó Maddy retóricamente-. No sé, ¿egoísta, quizá?
- Supongo.

- Se crió en el mismo ambiente que Petula -continuó Maddy-. Una casa bonita, una familia agradable, todas las comodidades.
- Sí, ¿y qué?

-Pues que toda esa historia de ir por ahí en plan melodramático no es más que una representación -contestó Maddy-. Para conseguir lo que quiere.
Ahí Maddy había tocado un tema sobre el que Charlotte se había preguntado desde el primer momento que conoció a Scarlet. Siempre había dado por hecho que la personalidad y actitud de Scarlet no eran más que una reacción a las de Petula. Pero podía ser que sólo fueran la forma que tenía Scarlet de llamar la atención.
- Vamos, reconócelo -dijo Maddy-. Le robó el novio a su hermana y te utilizó a ti para conseguirle.

- No se lo robó -protestó Charlotte con un hilo de voz-. Bueno, no exactamente.
- ¿En serio?

- Yo la ayudé a conseguirlo, y eso que yo…

- ¿Le querías? -concluyó Maddy-. Y ahora se presenta aquí para utilizarte una vez más, aunque en esta ocasión sea para salvar a su hermana, la cual te trataba como si fueras basura.

- Scarlet no es así. Es impulsiva. A veces se deja llevar, nada más.
- Déjate de excusas -la interrumpió Maddy-. Tú no mereces que te traten como ella lo ha hecho.

A Charlotte no le agradaba nada que Maddy hablase así de Scarlet y, sin embargo, era incapaz de rebatir nada de lo que estaba diciendo. Era evidente que Scarlet sí que lo tenía fácil. Mucho más de lo que jamás lo había tenido Charlotte. Podía no ser tan popular como Petula, pero eso era elección suya. Podía haberlo sido. Scarlet había escogido rebelarse, ser diferente, y aún así seguía llamando la atención, ¿o no?

Siguieron caminando durante un buen rato y entonces otearon una ciudad a lo lejos.
- Es Hawthorne -dijo Charlotte sobrecogida, casi tanto como si acabara de divisar la Ciudad Esmeralda.

El hogar. Su hogar. No dulce, pero sí agridulce al menos. El lugar donde soñaba sus sueños, donde emplazaba sus propósitos pero nunca llegaba a vivirlos. El lugar que había dejado atrás; la gente, también. Gente a la que ella nunca jamás olvidaría, pero sobre la que todavía se preguntaba cuánto tardaría en olvidarla a ella.

- Te dije que ésta era la mejor ruta.
- Tenías razón - reconoció Charlotte-, en todo.
1.-Me esta pareciendo muy atractiva y emocionante esta historia espero ke siga asi de emocionante.